domingo, 31 de agosto de 2008

Hablemos claro

"Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias".
"Rayuela" Capítulo 68, Julio Cortazar

jueves, 28 de agosto de 2008

Escrito en piel

Mis faldas se han vuelto largas, mis uñas cortas, no reconozco el color del carmín.

Recuerdo las historias que leías en mi cuerpo escrito en Braile, cómo en algunas de mis letras te atrabancabas haciendo de la tatamudez una perfecta coreografía de danza. Las palabras no se agotaban y atropellándose hacías del final, punto y seguido. Aquellas tardes arrancan mis últimas lágrimas, únicas gotas que rozan mi piel. Y mientras me escamo por la sed de tus caricias, el vientre se me retuerce añorando tu latir en mis entrañas. La arcilla se va agrietando y se desquebraja. Me desinflo i deshidrato. Ya no brilla tu mirada, ni hace eco tu risa, ni busca tu olfato mi perfume. Tratando de que sigas la lectura te pasas de renglón y confundes sin pasión, compasión con desahogo. Abandonas, alfarero, tu torno por cincel y dibujas sostenidos inspirándote en los libros. Mi cuaderno se repite y las hojas se apelmazan. Tras tus anteojos abanza la aridez de tu mirada que yerma todo mi ser. Ay, cómo duele, mi querido lector, tu alexia en mi piel.

miércoles, 27 de agosto de 2008

lunes, 18 de agosto de 2008

Versiones


Él tenía que seguir surcando los cielos y yo volvía con los niños. "Nunca" era demasiado tiempo, pero dejé la ventana abierta. Cuando volví a saber de él había colgado su traje verde y le acompañaba una dama. Ya no vuela, ni baila, ni ríe, se ha hecho mayor muy rápido. Preferiría saber que él es feliz a su lado. "Es el precio por sentir cosas maravillosas" me explica, mientras recuerda con nostalgia las aventuras que vivimos juntos.

Ayer entró en mis sueños: "¡Vente conmigo!" Cerré la ventana. Hacía frío. Peter no puede dormir, necesita que le expliquen cuentos. Yo, que dejen de contármelos.