"Nena, sabes lo serio que me tomo mi trabajo y ya conoces a estos esnobs… sé que suena un tanto extravagante, pero, si no lo haces tú, conseguiré a otra que este dispuesta a colaborar en mi último articulo". “Noooo, lo haré yo!!”. Él sabía muy bien como pedir las cosas.
Su interés en la escritura la había despertado, años atras, la infidelidad, necesitaba contar todos aquellos encuentros a hurtadillas. Ella descubrió su cuaderno: qué bien escribía! Desde ese momento ya no le importaba que volviese agotado, ya no tendría que inventar excusas para eludir el abrazo de sus piernas después de un duro día de trabajo. El carmín de sus camisas se fué borrando y la apatía le devolvió su libertad. Continuó con casadas pero una vez decidieron abandonar a sus maridos dejó de resultarle excitante. Probó agrupándolas de dos en dos, perdía protagonismo. Extranjeras, exnovias, paranoicas, maníaco-obsesivas… nada! Volvió a practicar el onanismo frente al espejo, demasiado predecible. “¡Igual es el escenario!!” Probó en coches, cabinas, jacuzzis, camas ajenas y colchones comunitarios. Al llegar a la "víctima" numero 53 sintió asco, tanta demanda de caricias le hacía sentirse hombre-objeto. Fue entonces cuando creyó encontrar a la mujer de su vida, se plantó. Pero pronto la monotonía volvió a ahogar sus noches en pareja y tuvo la tentación de averiguar que había sido de ellas. Todas estaban muertas: de celos, de rabia, por desaliento, indiferencia... TODAS. Aquello le excitó enormemente. Su fiel admiradora, atormentada por los celos que le provocaba su pasado, quiso agradarle una vez más. El inapetente escritor encontró lo que realmente le ponía tras alcanzar el estrellato con su artículo de necrofilia: el éxito.