jueves, 1 de enero de 2009

Ni churros, ni porras!


El olor a fiesta se quedó encerrado y no hay quien ventile en la ciudad los restos que flotan pudiéndrose en el aire. Llegas con difícultad hasta la boca del metro sorteando muestras de menus que piden a gritos ser aderezados con serrín. Taponado por el balanceo de puños, esperas a que midan su fuerzas la pandilla que se expolsa a tortas los resto de confeti. Por el arcén desfila un séquito de cuerpos sin alma. Piernas con carreras y barbilampiños sin graduado se arrancan ya sin ganas las últimas caricias. Intercambio de reproches por miradas lascivas, por aquello que me dijiste anoche, porque voy borracho, porque me da la gana. Chicas enlutadas y embutidas en vestidos de la Barbi con el rimel en la mejilla y los tacones en la mano, el escote palabra de honor ya va perdiendo su nombre. No hay buenos días, ni perfume, ni periódicos. Nadie va, todos vuelven.
Qué lejos queda la cama cuando el cansancio es tan pesado. Sin embargo, no podría acostarme con el recuerdo de los últimos restos de una fiesta a la que no fuí invitada. Deambulo línea verde arriba, línea azul abajo. Me sorprende en la superficie una apocalítica ciudad de la que todos los habitantes han huido a refugio. Mientras me consume mi cigarrillo, espero quince minutos en Diagonal para que aparezca algún signo de vida que me quite la idea de que soy el único superviviente de una fatidica cuenta atrás en la que un estallido restó protagonismo al primer anuncio del año. No hay un solo coche circulando. De la humanidad, ni rastro. ¿Podría alguien decirme que continúa la vida aquí arriba?! Gritas en silencio, después de 12 puñeteras horas esperando un abrazo de Feliz Año Nuevo!!

Pubilla Cases se ilumina y mis pasos se dirigen hasta la gran olla de aceite quemado. Espero que docena-de-churros-en-mano compensen la mirada de asco que dirijo al mundo por presentarme las migas corrompidas de lo que fue un festín. El timbre suelta una risa burlona para esta ilusa que cree que la promesa de una papelina engrasada podría levantar a alguien de la cama que te invitó a desayunar en Año Nuevo. El contestador grava un "Nena, ábreme la puerta que estoy abajo!". Veinte llamadas perdidas y cuatro mensajes después, te dicen que sólo tú eres tan gilipollas de hacer semejante esfuerzo. El timbre ya suena a buque y aunque hay ganas de quemarlo, desisto. Me doy cuenta de que es la mejor bienvenida que podría hacerme el año. "Que todo lo malo se aleje de mí..." retumbaba el sortilegio. Este año, sin surperstición del excedente vinícola, ni "interiorismo" encarnado, me concede la gran oportunidad de mandarla a freir esparragos.
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Los churros viajaron de nuevo hasta Diagonal buscando una cara amable a quien obsequiar con tan falíco y fatídico desayuno. A esas horas ya había personal, pero ni rastro de rostro amable. Dejaron huella en el asiento del ferrocaril que a trompicones los alejó 40 minutos más allá. A esas horas de la mañana ya hablaban y pedían con voz quejosa no acabar en el depósito de materia orgánica. En un nuevo intento de recibir un abrazo, llegaron hasta el piso catorce y a punto estuvieron de ser abandonados en el pomo de la puerta que no se abría. El temor de que algún desaprensivo les diera mal uso evitó que yacieran durante unas horas más junto a mi firma y mis mejores deseos para este Año Nuevo. Arrastre mis pies hasta casa bajo un sol expléndido mientras pendía de mi mano el paquetito a lunares color aceite. Se desintegraron semanas después y todavía no había llegado una escusa, una disculpa, una mención, un Feliz Año!!

2 comentarios:

Fidias dijo...

Me ha encantado el texto por la particular forma de narrar los hechos. Hay frases que destacan:
"Mientras me consume mi cigarrillo, espero quince minutos en Diagonal para que aparezca algún signo de vida que me quite la idea de que soy el único superviviente de una fatidica cuenta atrás en la que un estallido restó protagonismo al primer anuncio del año"
En fin, genial. Un abrazo.

Sebas T. dijo...

vaya mal rato.

aquí otro que éste año se lo pasó peor que cuando el Dr. Infierno secuestró al Mazinguer Z